Allá por 2005, cuando no existía nada similar a los smartphones y dispositivos que usamos actualmente, un puñado de ingenieros de Google tenía un proyecto secreto y muy ambicioso por delante. El desarrollo del mismo se llevaba a cabo en una de las salas del Campus Google, en ella, cuatro docenas de ingenieros trabajaban con el objetivo de crear un dispositivo que revolucionará la industria de la telefonía, eran los comienzos de Android.
Dos años después, en enero de 2007, esos mismos ingenieros, más otros que se habían ido incorporando por el camino, habían estado trabajando de 60 a 80 horas semanales durante los 15 meses anteriores. Escribiendo y probando código, negociando licencias de software, viajando por todo el mundo en busca de las partes, piezas, proveedores y fabricantes para dar forma a los prototipos de teléfonos que más tarde, a finales de ese mismo año, esperaban lanzar al mercado. Pero antes de que eso ocurriera, Jobs desveló el iPhone, y eso lo cambió todo.
Según recuerda Chris DeSalvo, que en aquel momento era uno de los ingenieros que trabajaba en el proyecto Android, “como consumidor, al ver el iPhone por primera vez, quería uno. Pero como ingeniero de Google, pensé que teníamos que empezar de nuevo”. Hasta ese punto afecto el iPhone al desarrollo de Android. En Silicon Valley el teléfono de Apple se recibió con los brazos abiertos, incluso en Google. Todo el mundo pensó que podría significar un cambio en la industria, al igual que ya habían conseguido con la creación del iPod y el éxito de iTunes. Sin embargo, dentro del equipo que se encargaba de desarrollar Android, el iPhone sentó mal, era un gran golpe.
En 2005, la industria del software para teléfonos móviles era una de las más atrasadas y poco funcionales que existían. No habían suficientes redes ni conexiones para navegar desde dispositivos y los teléfonos no eran lo suficientemente potentes como para poder mover un software decente. Y lo peor de todo es que el mercado estaba controlado por unas pocas compañías operadoras y fabricantes, y además de ellas, sólo unas cuantas escribían software para ellas, y la mayoría era, claramente, muy malo. Además las mismas operadoras querían tener controlado todo lo que ocurría en los teléfonos.
Otra de las razones por las que no se desarrollaba buen software para móviles es porque cualquiera que lo intentaba, perdía tiempo y dinero. No había ningún estándar en la industria, cada teléfono llevaba su propio software y aplicaciones exclusivas, una aplicación para un Motorola no funcionaba en un Samsung, y tampoco en un Nokia. Cada SO era diferente, incluso dentro de una misma compañía, como por ejemplo en Nokia, que tenían distintas versiones de Symbian. En fin, que no había espacio para desarrolladores emprendedores con buenas ideas, no si querían ganar dinero. En palabras de Larry Page, uno de los creadores de Google, “teníamos más de 100 teléfonos diferentes, y era frustrante” dedicar esfuerzos a desarrollar software para cada uno de ellos.
Sin embargo, Page y el resto de ejecutivos de Google, pensaban que tarde o temprano, alguien daría un buen paso y se haría con el dominio del negocio móvil, y en concreto, estaban preocupados por si esa compañía era Microsoft. Microsoft por aquel entonces tenía el sistema Windows CE, que podía ser usado en teléfonos, notebooks, Pocket Pc’s y GPS’s, y si conseguían que se popularizara en masa, Google tenía un gran problema, porque ambos estaban en una gran lucha por ver quién dominaba el negocio de las búsquedas. Google temía que sí se expandía Windows en los dispositivos móviles, Microsoft podría bloquear el acceso a los usuarios al motor de búsqueda de Google, lo que provocaría que millones de personas cambiasen de servicio y por tanto, que Google perdiese un gran trozo de los ingresos que recibe por los anuncios mostrados en ellas.
Así, llegó el día en que Jobs presentó el iPhone, y cuando Andy Rubin, director del equipo Android lo vio, tuvo la misma reacción que el ingeniero Chris DeSalvo, se quedó atónito. Automáticamente dijo, según las personas que le acompañaban, “supongo que no vamos a presentar ese teléfono…”
Con “ese teléfono” se refería a lo que el equipo Android había estado creando durante todos los meses anteriores. Tenía el nombre en clave “Sooner” y contaba con un software más avanzado que el del recién presentado iPhone. Tenía un navegador web completo con acceso a Internet, se podían usar todos los famosos servicios y aplicaciones de Google, como Search, Maps, YouTube, etc. y el software no estaba diseñado para funcionar sólo en Sooner, sino en cualquier dispositivo. Además no necesitaría un ordenador para sincronizarse, permitiría usar distintas aplicaciones a la vez y dispondría de una tienda de aplicaciones con las que ampliar sus posibilidades.
Sin embargo, tenía un gran inconveniente con respecto al iPhone. Sooner era horrible estéticamente, era similar a una BlackBerry, tenía un teclado físico tradicional y una pequeña pantalla que ni siquiera era táctil. Rubin y su equipo creían que el consumidor preferiría un buen software a un buen aspecto del terminal. Y se apoyaban en el poco éxito que habían tenido hasta ese momento los intentos por crear diseños de teléfonos distintos y al éxito que sí había tenido, por ejemplo, BlackBerry, un teléfono, un buen teclado, comunicaciones seguras y listo.
Por contra, el iPhone no sólo lucia totalmente distinto a lo visto hasta el momento, sino que además cambiaba la forma de interactuar con el teléfono, algo que, el equipo encargado de Android no había tenido en cuenta, o simplemente lo consideraban arriesgado o difícil. El iPhone prescindía del teclado físico tradicional y sustituía los botones tradicionales con botones digitales distintos para cada aplicación. Tenía una enorme pantalla que prácticamente doblaba lo visto hasta entonces, era táctil, con todo tipo de animaciones y efectos. Pero a ojos de Rubin y el equipo de Android, el iPhone también tenía multitud de fallos.
Consideraron que los usuarios no se llegarían a acostumbrar a un teclado virtual, y que necesitarían “sentir” la respuesta de las pulsaciones, esta es una de las principales razones por las que el primer teléfono con Android, el HTC G1, disponía de teclado deslizable. Ethan Barba, uno de los primeros ejecutivos en incorporarse al proyecto Android dijo, “sabíamos que Apple iba a anunciar un teléfono, todo el mundo lo sabía, simplemente no creíamos que iba a ser tan bueno”.
Así que con este “pequeño contratiempo”, todo el equipo que trabajaba en Android debía tomar un nuevo rumbo. En unas semanas concretaron el nuevo objetivo y se pusieron manos a la obra con él. Se centró en un teléfono con pantalla táctil y nombre en clave “Dream”. Su lanzamiento se retrasó un año con respecto a la fecha prevista inicialmente, pero durante ese tiempo y hasta su anuncio en otoño de 2008, se dedicaron a destacar y mejorar aquellos aspectos que hacían el HTC Dream diferente al iPhone y con lo que debían convencer al público. Desde ese día y hasta hoy, Android ha ido creciendo en todos los aspectos, respaldado por millones y millones de dispositivos en todo el mundo.
Creditos a Pedro Moya
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