La leyenda de Mike, el pollo sin cabeza
¿Puede un animal sobrevivir 18 meses sin cabeza? La respuesta es que sí. El 10 de septiembre de 1945, Mike, un valeroso pollo de Fruita, Colorado, sufrió una trágica agresión que le privó de su testa. Concretamente, Lloyd Olsen, su dueño, había decidido ventilárselo para la cena.
El Señor Olsen agarró el cuchillo, inmovilizó a Mike y, pretendiendo dejar la mayor parte de cuello posible (la parte del pollo que más le gustaba a su suegra), descargó un terrible tajo, seccionándole limpiamente la cabeza. Una vez decapitado, Mike aleteó dos veces y se fue tan tranquilo de vuelta a su corral.
Mr. Olsen había visto en otras ocasiones a pollos que se movían un rato tras perder la cabeza, aunque sospechó que algo raro pasaba cuando Mike intentó esconder su inexistente cabeza bajo un ala y comenzó a piar. Por supuesto, no logró emitir más que un ruido de gárgaras procedente de su esófago abierto, pero Mike sobrevivió no sólo aquella noche, sino toda una semana, alimentado mediante una pipeta.
Fascinado por esa maravilla de la biología, Mr. Olsen se lo llevó a la gran ciudad para que lo examinaran en la Universidad. Y allí dieron con la explicación: el golpe no había sido tan limpio como parecía, y no había seccionado la yugular. Además, Mike conservaba una pequeña parte de cerebro y un oído. Lo justo para vivir.
Mr. Olsen comenzó a cobrar entrada por enseñar a Mike, a razón de 25 centavos el vistazo. Y llegó a ganar 4.500 dólares de la época al mes. Por desgracia, Mike perdió la vida al atragantarse con un grano de maíz un año y medio más tarde. Pero en su ciudad aún celebran un día en su honor, como homenaje a sus ganas de vivir.
Había nacido una estrella. Revistas como Life o Time se hicieron eco de la increíble noticia, así que el ejemplo cundió y otros granjeros comenzaron a cortar cabezas a sus pollos para ver si ocurría lo mismo. El que más vivió fue uno llamado Lucky, pero no pasó de los 11 días.
¿Puede un animal sobrevivir 18 meses sin cabeza? La respuesta es que sí. El 10 de septiembre de 1945, Mike, un valeroso pollo de Fruita, Colorado, sufrió una trágica agresión que le privó de su testa. Concretamente, Lloyd Olsen, su dueño, había decidido ventilárselo para la cena.
El Señor Olsen agarró el cuchillo, inmovilizó a Mike y, pretendiendo dejar la mayor parte de cuello posible (la parte del pollo que más le gustaba a su suegra), descargó un terrible tajo, seccionándole limpiamente la cabeza. Una vez decapitado, Mike aleteó dos veces y se fue tan tranquilo de vuelta a su corral.
Mr. Olsen había visto en otras ocasiones a pollos que se movían un rato tras perder la cabeza, aunque sospechó que algo raro pasaba cuando Mike intentó esconder su inexistente cabeza bajo un ala y comenzó a piar. Por supuesto, no logró emitir más que un ruido de gárgaras procedente de su esófago abierto, pero Mike sobrevivió no sólo aquella noche, sino toda una semana, alimentado mediante una pipeta.
Fascinado por esa maravilla de la biología, Mr. Olsen se lo llevó a la gran ciudad para que lo examinaran en la Universidad. Y allí dieron con la explicación: el golpe no había sido tan limpio como parecía, y no había seccionado la yugular. Además, Mike conservaba una pequeña parte de cerebro y un oído. Lo justo para vivir.
Mr. Olsen comenzó a cobrar entrada por enseñar a Mike, a razón de 25 centavos el vistazo. Y llegó a ganar 4.500 dólares de la época al mes. Por desgracia, Mike perdió la vida al atragantarse con un grano de maíz un año y medio más tarde. Pero en su ciudad aún celebran un día en su honor, como homenaje a sus ganas de vivir.
Había nacido una estrella. Revistas como Life o Time se hicieron eco de la increíble noticia, así que el ejemplo cundió y otros granjeros comenzaron a cortar cabezas a sus pollos para ver si ocurría lo mismo. El que más vivió fue uno llamado Lucky, pero no pasó de los 11 días.