Thomas Johannes Baptist Schwytzer, desertor del ejército de Napoleón y veterano de la catástrofe de Moscú, estaba huyendo en dirección a su patria en Alsacia, Francia. Le acompañaba un grupo de rusos, también desertores. Al pasar por el pueblo de Wittlich, los soldados hambrientos decidieron desvalijar una granja. pero la cosa se complica y acaban matando al dueño de la granja, junto a sus hijos. La esposa del granjero, testigo de la fechoría, solo puede llorar y maldecir a Schwytzer: "De ahora en adelante, en cada luna llena, te transformarás en un lobo rabioso, que en el fondo es lo que eres".
El piadoso Schwytzer decide finalmente aliviar el sufrimiento de la mujer (y de paso acabar con sus gritos) aplastándole el cráneo.
Con el paso del tiempo, la maldición comienza a afianzarse y poco a poco se fueron produciendo una serie de cambios sutiles en Schwytzer... Su personalidad se volvió más dura si cabe y su ruindad y agresividad comenzó a mostrarse cada vez con menos inhibiciones. Robaba, violaba y asesinaba tan solo por el placer de hacerlo. Pronto se apartó de sus compañeros rusos, que comenzaban a sertirse seriamente intimidados con su presencia, y comenzó a hacer alianzas con bandidos y salteadores de caminos. Pero hasta los más curtidos rufianes terminaban horrorizados por los excesos Schwitzer, por lo que el ex soldado terminó viviendo sólo en los bosques.
Las historias de un lobo que caminaba como un hombre se comenzaron a extender por toda la comarca. Hombres y ganado aparecían brutalmente asesinados por la bestia.
Una noche Schwytzer vió a la hermosa hija de un agricultor local. Su nombre era Elizabeth Beierle. Sin contemplaciones, la viola.
Días más tarde, mientras acampa en el bosque, Schwytzer es descubierto por un grupo de aldeanos que le toman por el hombre lobo y le dan caza al cerca del pueblo de Morbach. Como dicta la tradición, los aldeanos le enterraron en un cruce de caminos. Allí se erige una capillita con una vela que arde continuamente. Mientras la vela esté encendida, dice la leyenda, el hombre lobo no volverá.
Nueve meses más tarde, nació el hijo de Elizabeth Beierles, a quien se bautizó como Martín. Durante siglos los descendientes de este hijo bastardo han sido una familia respetada en las proximidades de Morbach, y no presentan ningún signo de la maldición de su antepasado famoso, Thomas Johannes Baptist Schwytzer.
1988
Una noche, un grupo soldados de la Fuerza Aérea Norteamericana regresaban a su base en Morbach. Al pasar junto al pequeño santuario se fijaron en la vela.
Ebrios como estaban, comenzaron a reír y hacer bromas al respecto, pues todos habían oído hablar de la leyenda del hombre lobo. Uno de ellos tuvo la ocurrencia, muy celebrada por sus compañeros de francachela, de apagar la vela.
Horas más tarde, en la base, las sirenas de alarma rompían el silencio de la noche... alguien o algo había activado activado los detectores del cerco perimetral. Uno de los centinelas detecta una criatura grande, similar a un lobo, de pie sobre sus patas traseras. Descarada, la criatura mira al soldado por un momento y luego huye, saltando con facilidad una valla de tres metros.
Un perro policía es llevado hasta el lugar para seguir la pista a la bestia, pero al llegar a donde fue visto el hombre lobo, el perro se encoge y gimotea, negándose a ir más allá.
La vela en el santuario se volvió a encender, y la criatura ha sido vista nunca más...